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Carta del director

Camilo Coba.

07/10/2023




 

Hace 11 años, cuando tenía 26, planifique por primera vez un viaje con dos amigos, viajamos a Galápagos. En la Isla Isabela, los últimos días de nuestro viaje, conocí a Plaucio, un hombre viejo pero con el cuerpo y la vitalidad de un joven,  artista de Chordeleg de 77 años, autoexiliado, habitante de las islas encantadas por ya 30 años. 

 

Uno de mis amigos, Juanfer, en ese entonces de 28 años, gaitero, amante de la música celta, ante la falta de dinero decidió ofrecer un particular trueque a cambio de poder hospedarse en una de las cabañas de Plaucio. La oferta, que se hizo sin que yo sepa, consistía en que yo le de una clase de filmación, pues Plaucio, hace poco había recibido de su hijo lo que él me manifestó como uno de los mejores regalos de su vida, una filmadora semi profesional miniDV. La idea del trueque me enterneció, conmovido por la edad de mi futuro alumno, decidí no solo aceptar sino hacerlo super bien.

 

Cuando llegué a su casa él no estaba, además de Juanfer, que nos esperaba ahí,  estaban 3 o 4 jóvenes de varias partes del mundo, tocaban la guitarra y se preparaban para una pequeña fiesta, Plaucio había salido por algunas compras. Aproveche la espera para darme una vuelta, pues el lugar inmediatamente me transmitió la magia de aquel personaje. En medio de los manglares, como una lámpara de color rojizo se alzaba una carpa, a travez del mosquitero vi una cama y un velador con una lampara, Juanfer, que me acompañaba, me conto que ese era el cuarto de Plaucio. 

 

Pocos días antes de volar a galápagos me enteré sobre un concurso de videoclips para la banda “The flaming Lips” y decidí participar, hable con mis amigos, lleve los equipos, una cámara nikond3200, una cámara nikon d300, unos cuantos lentes, Juanfer llevo un grabador de sonido y Jesus, el tercero del grupo también llevó su cámara. Mientras veía la particular habitación de Plaucio escuche la voz interna que me dijo que grabe todo a partir de ese momento, poco después llegó Plaucio , recuerdo que por su aspecto físico me sentí de alguna manera reflejado en él, mi yo del futuro.  

 

Las dos horas y pico de clase esa noche fueron geniales, Plaucio y yo nos volvimos amigos inmediatamente, su compromiso y el mío, la entrega de cada uno de nosotros a lo que estábamos por hacer fue mágica.  Le mandé como tarea salir a grabar  al amanecer para que practique lo aprendido. Cuando le vi al día siguiente, rebosaba de ilusión, me contó lo que grabo y lo ansioso que estaba por revisarlo conmigo. Con el corazón lleno de tristeza descubrí que el grabador de la cámara no servía y que nada de todo lo que me contó con tanta ilusión, se había grabado, sin saber que hacer ni que decir le pregunté cuál era su sueño de la infancia, “ser actor de una película” me respondió. 




 

Inmediatamente me puse manos a la obra, en uno de sus libros de historia del arte encontré la inspiración con Dédalo y el Minotauro, la agresiva geografía de galápagos sería el “Laberinto”. Me senté a escribir un guión en un cuaderno, nos quedaban 5 días para grabarlo, sería por un lado el material perfecto para concursar con un videoclip para la canción “Look de Sun is Rising” y por otro, con el material elongado podíamos contar una historia. 

 

La ficción de “El sueño de Plaucio”, consiste en el viaje errante del viejo Dédalo (Plaucio) a través de un arcaico laberinto natural (galapagos), alivianado temporalmente por su frágil memoria, perturbandose una y otra vez por la presencia del Minotauro (Camilo) y muriendo siempre antes que termine el día . 

 

Ahora entiendo que esos 5 días han sido de los mejores días de mi vida, la magia y la mística de la isla era en exceso poderosa, la presencia y la guía de Plaucio fue sin duda un regalo, y su yo y mi yo, de ese preciso momento, generó entre nosotros una conexión muy especial, nunca lo vi como mi abuelo, nunca lo vi como mi padre, siempre lo vi como si se tratara de mí mismo en otro tiempo. Sin comprenderlo en ese momento, estaba conociendo de la manera más auténtica a un viejo que se volvió un niño para jugar conmigo a cumplir su sueño. 

 

Nos despedimos con la semilla sembrada y con el compromiso de seguir desarrollando la historia, hacer en efecto una película. Hablábamos por teléfono periódicamente, nos encontramos de nuevo en Isabela e incluso grabamos y conversamos de avances para la producción. 

 

Un día, como ya era de costumbre, llamé a Plaucio pero no me contestó más, en mis varios intentos de ubicarlo me enteré que había sufrido una fuerte enfermedad y que tuvo que dejar de vivir en su carpa en Isabela, la información fue escasa. 

 

El destino nos junto por una última vez cuando en un viaje por trabajo a la isla de San Cristóbal, el recepcionista de mi hotel al escucharme hablar sobre Plaucio me interrumpió para decirme que vivía apenas a 2 casas del hotel, me guió, golpee la puerta, Plaucio no podía creer la coincidencia, me recibió emocionado hasta las lágrimas, se encontraba en recuperación de su enfermedad pulmonar, me ofreció un té, conversamos de varias cosas,  e incluso me pidió tomarnos una foto, nos reímos de lo parecidos que nos vimos en ese selfie, pocos meses después, en una conversación con mi amigo Jesus me enteré de su muerte, fue un golpe seco, que en ese instante anuló todo, el proyecto se volvió solo un sueño, y uno de los recuerdos más atesorados en mi corazón.

 

Hace poco volví a galápagos a la Isla Cristobal, la última noche, antes de dormir, cogí mi cámara y camine en dirección a la pequeña casa donde nos vimos por última vez, era más de las 12 de la noche, el pueblo estaba desolado, en el  camino me crucé con un velorio. Un pájaro de tamaño considerable buscaba comida bastante cerca del lugar, me llamó la atención y decidí grabarlo, el pájaro se alejaba de mí a medida que me acercaba y en su huida terminó llegando a la casa, donde fue la última vez que compartí con mi amigo Plaucio, ese momento transmute los pensamientos y recuerdos sobre Plaucio, que desembocaron en mi la isla, entendí que Plaucio, no está muerto, vive en la luz de las imágenes y en el sonido de su voz, que existen y existieron por nuestro singular encuentro.

 

Ahora tengo 37 años, han pasado 11 desde que conocí a Plaucio y me volví a enfrentar con el material grabado. Frente a la luz proyectada sentí que el tiempo se comporta de tal forma que el alma de Plaucio, que de alguna manera vive en esa luz y la mía propia, se tocaron nuevamente y que vamos a terminar esta película, ya no es la ficción que alguna vez planeamos contar, ni nada de lo que escribí en ese guión, es la historia de este mágico encuentro, es la historia del sueño infantil que un hombre, en sus últimos años de vida, decidió compartirme, sueño que jugamos juntos y que a través de esta película veremos, cada uno desde su lugar, florecer.  Plaucio, tal como Dédalo, según el guión,  siempre revive después de su muerte, porque muere una y otra vez.    

 

Plaucio se tomó una única licencia en la filmación, me pidió que grabemos una escena que no estaba pensada y que no tenía nada que ver con lo que estábamos grabando, o mejor dicho con lo que yo, en ese momento pensaba que estaba filmando. La escena consiste en el llevandose flores a sí mismo, en su tumba. Le pregunté cómo vamos a hacer para que se entienda que la tumba era de él mismo, “no importa” me respondió. 

 

Hizo un esfuerzo por vestirse lo más elegantemente posible, Plaucio,Jesus y yo, nos subimos a las bicicletas y salimos, la luz auguraba un atardecer precioso. Bajo el rosado intenso del atardecer en el cementerio de Isabela, grabamos esa tarde la escena. Ahora, esa escena es para mi el puente entre los dos tiempos, allá y entonces, y aquí y ahora, y ahora, me he propuesto a mi mismo un viaje en búsqueda del pequeño cuadernillo, donde Plaucio tomó notas de nuestra clase, si es que aún existe, es definitivamente un tesoro. 

 

A veces pensamos que un cuadrado blanco es solo un cuadrado blanco, pero ese cuadrado blanco es luz y la luz contiene el todo. Todo lo que habita, que vive y vivió, que vive y vivirá, todos los astros, la materia e incluso la oscuridad, existe en la luz. Tal como la luz “blanca” contiene en su propia existencia, la existencia de todos los colores del mundo.

 

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~ El Sueño de Plaucio  ~

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